lunes, 10 de octubre de 2011
¿Nunca has tenido esa sensación de tocar el cielo con tus propias manos? La de estar lo suficientemente segura para comerte el mundo, con o sin ganas. La de correr dejando atrás la lista de metas ya alcanzadas, la de sueños ya conseguidos y la de deseos ya cumplidos. La misma sensación de sonreír por no encontrar motivos, o la de llorar por la misma cuestión anterior. Cuando presientes que está al caer una nueva etapa, que se aproxima lo bueno, y que ahora lo que toca es ser feliz. Pues yo también me he sentido así, capaz de demostrarle al mundo que si quieres... puedes. Que sin metas, no hay propósitos. Que sin propósitos, no hay ilusiones. Y que sin ilusiones, no existen razones por las que llegar a la meta.
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